
Entonces ocurrió algo. Pero no en la región de Oviedo, bajo firme control de las
milicias. Tampoco entre las fuerzas que tras retroceder de Cangas de Onís habían
establecido nuevas líneas, sino en la región de la costa al este de Gijón, donde estaban las
tropas vascas, bajo el mando directo del Estado Mayor, estacionado en Gijón. El fascista
Navarrese avanzó 26 millas a lo largo de la costa, desde Ribadesella, a través de ciudades y
pueblos, en tres días... Incluso así, el grueso de las fuerzas estaba a 15 millas al este de
Gijón cuando la ciudad se rindió, el 21 de octubre.
¿Por qué no se defendió Gijón? Había todavía suficientes reservas para continuar la
lucha por un período de tiempo. Una vez más hemos de repetir: una ciudad con edificios es
una fortaleza natural que tiene que ser arrasada antes de ser tomada. No había alternativa
-retirarse a alguna otra parte-, ya que no había ninguna otra parte donde los 140.000
soldados o los civiles pudieran ir. Tampoco podían tener ilusiones en que Franco no
ejecutaría a miles y miles, especialmente milicianos mineros. Así y todo, el gobierno dejó a
estos hombres a merced de Franco. Ya el 16, la Associate Press informaba de la llegada a
Francia del gobernador de Asturias y otros oficiales del gobierno, quienes, según informes
de los oficiales de aduanas, llevaban papeles que probaban que el gobierno central había
consentido su marcha. (El despacho del día siguiente informaba que la tripulación española
de la nave se había negado a alimentarlos.) El 20, de la United Press informaba de la llegada
al aeródromo de Viráis de “cinco aviones de guerra republicanos españoles y un avión
comercial francés que transportaban oficiales fugitivos de Gijón”. “Los aviadores declararon
que dejaron Gijón por orden del mando de su escuadrón cuando estalló la lucha en las
calles, y su comunicación con otras unidades militares fue cortada... Después de
interrogados, los aviadores fueron liberados y entregados a las autoridades consulares
españolas en Bayona.” De la misma fuente, el mismo día: “El gobierno español reanuda la
presión sobre ingleses y franceses para acelerar la evacuación de civiles de Gijón y asegurar el
traslado de oficiales del ejército de 140.000 hombres obligados a retroceder hacia el mar.”
Belarmino Tomás, gobernador de Gijón, escapó a Francia el 21. Así, pues, el gobierno
salvó a sus funcionarios, sin importarle el destino de las masas armadas.
Ni siquiera tuvieron estas masas la oportunidad de morir luchando en vez de frente al
escuadrón de ejecución. Un socialista, Tomás, había sido nombrado gobernador de Gijón,
como una concesión a los obreros. Pero esto no fue más que una fachada de izquierdas. En
los dos meses que duró su mandato no se tomaron medidas para purificar la oficialidad del
ejército vasco, o la plana mayor de Santander, o los otros oficiales, o crear patrullas obreras
para limpiar la ciudad de la Quinta Columna. Las guardias civiles y de Asalto de Gijón no
fueron depuradas tampoco. El resultado fue que las masas se encontraron en una trampa
mortal:
“La columna costera (de los fascistas), una de las cuatro que dirigía el avance
estaba más cerca de Gijón –14 millas por carretera-, cuando la ciudad se sublevó. La
radio de Gijón inició sus noticias a las diez de la mañana con el repentino anuncio:
“Estamos esperando con gran impaciencia... ¡Viva Franco!”
Poco después de las tres y media de la tarde las tropas fascistas entraban en la
ciudad. Mientras tanto, la radio de Gijón había explicado que la noche anterior, cuando
los dirigentes del gobierno se marcharon, organizaciones clandestinas de insurgentes se
habían echado a las calles en grupos armados y habían tomado la ciudad” (New York
Times, 22 de octubre de 1937).
Tres días más tarde se descubría el papel de la “policía leal republicana”. “La misma
fuerza de policía que ha mantenido siempre el orden público y regulado el tráfico estaba de
servicio allí hoy.” Una vez más las fuerzas pretorianas del gobierno y sus aliados burgueses
se habían pasado a Franco. Fue lingüísticamente apropiado que la oferta formal de
rendición a Franco viniera del coronel Franco, un “republicano leal”. Nada había sido
destruido: la pequeña planta de munición, las fábricas, etc., cayeron intactas en manos de
Franco. Este hecho iluminaba el parentesco de los oficiales y funcionarios del gobierno que
habían escapado. O habían ayudado directamente en la traición y, por tanto, la ciudad
estaba intacta o, más posiblemente, no se atrevieron a informar a los soldados de que la
ciudad no iba a ser defendida y, por tanto, huyeron secretamente sin dar ningún aviso a las
masas de organizar su propia defensa.
“El gobierno de la victoria”, como lo había bautizado “La Pasionaria”. Seis meses
bastaron para demostrar la grotesca ridiculez de tal nombre. La única “justificación”
concebible es contra los obreros y campesinos hubiera sido su victoria militar. Pero
precisamente de su política reaccionaria se deriva su desastrosa política militar. Si España
permanece bajo este terrible yugo y se sumerge más en los abismos, o se libra de estos
organizadores de derrotas y consigue la victoria -cualquiera cosa que pase-, la historia ha
dado ya al gobierno Negrín-Stalin su verdadero título: “El gobierno de la derrota.”
Fuente: Extracto de Revolución y Contrarrevolución en España, la Guerra Civil (Felix Morrow)
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